Quizás la frase que más hemos repetido a nuestros clientes en estos últimos años y, quizás también la mejor forma para empezar a hablar de branding. Y es que, en un mundo en el que muchas veces se habla más de identidad visual que de branding, existe un gran porcentaje de marcas que piensan que lo más importante de su marca, es su logo. Como si no tuvieran mucho que ver, o, como si uno no fuera consecuencia del otro. Pero no estamos aquí para quejarnos ¿Que existe un gran porcentaje de marcas que piensan que lo más importante de su marca es su logo? cierto ¿Que ni siquiera eso es cierto en términos puramente de identidad visual? también.

Así que primero desmintamos esta parte: resulta, que nos encontramos en un momento a nivel de diseño en el que las marcas se identifican más con un logotipo neutro, plano y sin mucho carácter. Lo que no hace otra cosa que dejar mucho más espacio a todos los demás elementos que tiene una marca para significar. A nivel de identidad visual, hablamos de universo estético, el momento en el que se exponen el resto de recursos visuales, como los colores corporativos, tipografías, estilo fotográfico e iconografía y todo empieza a cobrar sentido. Cada uno de esos elementos importa y ayuda a construir marca. 

En este caso, el logotipo no hablaría por sí mismo, sino que tendría un sentido, una personalidad y unos valores únicos gracias a la propuesta visual que le acompaña. Por eso este no puede funcionar por sí solo y necesita del resto de elementos para existir y tener sentido.

Por eso, una marca no es un logo. Pero más allá de eso, y para que todo esto conviva y tenga coherencia, hay que construir nuestra marca. Pensarla.

Decimos que todo lo que hacemos construye marca, y que bonito suena, pero que complejo es todo lo que hay detrás. Un engranaje de significados, de estructuras conceptuales – dedicaremos otro artículo a toda la terminología presente en el  sector que tanto nos gusta – Pero lo cierto es que, lo que más nos gusta del branding, es cuando se entiende. 

¿Qué pasaría si pudiéramos diseñar nuestra marca de forma que pudiéramos decidir lo que otros perciben de nosotros? 

Construir una marca a nivel estratégico no es más que definir muy bien lo que queremos significar para los demás, eso que nos hará únicos y diferentes del resto, cuál va a ser nuestra propuesta de valor. Al fin y al cabo, la marca no es más que el simple hecho de importarle a alguien.

Porque, ¿Qué sería de nosotros si no le importásemos a nadie?

Una marca es una promesa hacia nuestras audiencias. Una promesa que conecta y emociona. Una propuesta de valor única y diferencial.

La marca nos ayuda a elegir en un mundo donde tenemos infinitas posibilidades. Es la oportunidad que tenemos de vincularnos a algo más profundo, con unos valores, una personalidad y un propósito concreto. La marca nos ayuda incluso a gestionar las emociones que tenemos. Porque en un mundo lleno de impacto, las marcas nos proporcionan un símbolo de identidad.

Por eso, cuando hablamos de branding, vamos más allá de lo que vemos de una marca, vamos a todo aquello que la hace funcionar: modelos de negocio, ventajas competitivas, culturas corporativas e incluso organigramas. Pero también, a todo aquello que la hace emocionar; significados, comportamientos, experiencias, iniciativas, acciones… Y expresar; visualmente, verbalmente, actitudinal y sensorialmente.

Porque la marca, más allá de cualquier símbolo o lenguaje, es el resultado de todo lo que hacemos. Cada detalle cuenta para construir o destruir nuestra marca. Así que tengámoslo en cuenta antes de pedir un nuevo logo.

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